Reseña: Casa de muñecas (Booktag 2021)

Esta reseña corresponde al mes de Febrero, con la temática de libro de cuentos, del Booktag 2021. Espero les guste. 


    Autor: Patricia Esteban Erlés
    Editorial: Páginas de Espuma
    Páginas: 184
    Fecha de publicación: 2012

    ¿De qué trata? 

La casa de muñecas era algo que muchas niñas deseamos tener alguna vez en la vida. Si tenías una eras muy afortunada, porque por lo general, solían ser bastante caras, y también, un tanto siniestras, al igual que las pequeñas mujeres que habitaban dentro de ellas y te observaban desde un rincón de tu habitación. Patricia Esteban, juega con estos miedos infantiles a través de 100 microcuentos divididos en 10 cuartos, que reviven algunos temores de cuando éramos pequeñas; fantasmas, muñecas que cobran vida, muerte y muchas otras cosas terribles.


Puntos que destaco: 

  • Se lee extremadamente rápido. 
  • Cuentos de temáticas variada; miedos, relaciones, desamor, muerte. 
  • Que son de terror, y ese es mi género favorito de la vida. 
  • Las bellas ilustraciones de Sara Fernández que dialogan con los textos, o que a veces amplían los significados. 
  • La originalidad de la hibridación entre la temática de los microcuentos con el formato de casa de muñecas del libros. Los microcuentos se dividen en 10 cuartos, o sea diez secciones de la casa: dormitorio, cuarto de juguetes, cocina, baño, etc. 

Cosas que no me gustaron: 

  • Algunos cuentos se parecían. 
  • De repente tenía la sensación de que algunas historias ya las había oído antes. 

Si quieres saber mi opinión completa de este libro y otros datos interesantes, te invito a ver mi video de YouTube: 


Algunos microcuentos que me gustaron : 


Monstruos en tus pies

Lo saben todo de tus diez dedos y de tus amantes. De pronto no quedan tan bien con el vestido verde botella como habías supuesto. Algunos envejecen mal, como actrices de cine porno, y los olvidas en el rincón más oscuro del armario. Otros jamás los estrenas, porque nacieron sin suerte, sin que exista la posibilidad de que sean los adecuados. Otros se suicidaron, muerte por tacón quebradizo. Otros no fuiste a buscarlos nunca al zapatero y dejaron un viudo inconsolable. Hay pares que se quedan en tu recuerdo, desmayados junto a una cama de hotel, o en la minúscula sala del apartamento donde él vivía entonces. Esos, los que no te puedes quitar nunca, son los que más rozadura tienen.

Mascota
(Homenaje a A. Monterroso)

Tras la muerte de mi viejo perro me dio por ir a la pajarería y comprar un dinosaurio. Verde. Horroroso. Enorme. Cuando la chica de la tienda lo sacó de la jaula ya le tenía un poco de miedo, pero aun así pagué por ser su esclavo. Todavía crecerá bastante, me dijo la dependienta, mirándome con algo de lástima al devolverme el cambio. Pensé que con el tiempo me acostumbraría a su cara de ginecóloga sádica y al cráter de escamas y excrementos que sembraba entre mis sábanas cada noche. Pero con todo, lo peor de nuestra convivencia no era tener que dormir en el sofá o salir a la calle en busca de animales perdidos que calmaran su milenaria falta de escrúpulos. Lo peor era levantarse por la mañana, asomarse de puntillas al dormitorio y comprobar que, por desgracia, él seguía estando allí.

Elección de vestuario
(Homenaje a L. Mateo Díez)

Un día más miré por la ventana para ver si mi vestido de los suicidios combinaba con la luz y los edificios colindantes.

Centrifugado

La cabeza del hombre que amó da vueltas en el interior de la lavadora, acompañada de una colada de desquiciadas bragas viejas. Ella sonríe cuando se encuentra con sus ojos de ahogado iracundo anegados de jabón, al otro lado del bombo. Ya verás como pronto se te pasa el enfado, amor, le dice mientras añade un cazo de suavizante aroma frescor de primavera y programa media hora más de centrifugado.

Traiciones

Mi muñeca Doro sigue creciendo. En cambio yo me paré como el reloj de un muerto, en la última marca de tiza que mamá trazó en el marco de la puerta de la cocina hace dos meses. Doro y ella se observan con verdadero interés, en cuanto creen que no las miro.

La niña sin madre

La niña sin madre solía rezar por las noches, enterrada entre las sábanas frías, castigada a dormir bajo el crucifijo que habían arrancado de su ataúd, justo antes de sellar el nicho. Mamita, yo te quiero mucho, pero por favor, no te me aparezcas.

Pedazos de amor

El runrún de la sierra cesó de pronto y ella levantó el brazo izquierdo. Sonrió medio anestesiada pero satisfecha al admirar el corte preciso del muñón. Con un murmullo algo torpe felicitó al cirujano por la limpieza del tajo, pero él no la oyó, inmerso como estaba ya en la amputación de la pierna derecha. Cuando terminó su trabajo, le preguntó si estaba segura de querer seguir hasta el final. Asintió y fue entonces cuando la enfermera rubia acercó a la parte superior de la camilla el cubo de acero inoxidable al que habían ido a parar algunos de los despojos de su cuerpo. La mujer solicitó amablemente los datos del destinatario y ella le dio la dirección de Marcos. Aún tuvo tiempo de pedir que la caja fuera envuelta en un bonito papel de regalo, azul, a poder ser, un instante antes de volver a perder la cabeza por aquel hombre.


        Los quiero, 
        nos leemos en la próxima entrada. 
        Besos. 

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